lunes, 28 de septiembre de 2009

Reivindicar la FAN

¿Para qué sirven los militares venezolanos? Es la pregunta obligada que, sin ánimo de ofensa, nos hacemos los civiles al efectuar el balance de los últimos años. Veamos el porqué de la pregunta.
Los militares no han justificado su existencia
Los militares no han garantizado la independencia de Venezuela al permitir que se la haya convertido en un protectorado de Cuba, en la cual los hermanos Castro ejercen el cogobierno interviniendo y decidiendo en la política interior y exterior de la República. Los militares no han defendido el territorio nacional al consentir que la guerrilla colombiana tenga su refugio en este lado de la frontera donde ejerce autoridad, secuestra venezolanos y cobra rescate y vacuna. Los militares no han garantizado la integridad del espacio geográfico de la República al tolerar la renuncia a la reclamación del Esequibo. Los militares no han preservado la institucionalidad al permitir la sustitución de la FAN, prevista en la Constitución, por la inconstitucional e ilegítima FANB, partido político armado que responde a la consigna cubana: “patria, socialismo o muerte.” Los militares no han hecho respetar siquiera su fuero al aceptar la formación de un cuerpo para-militar llamado Milicia Nacional Bolivariana, elevado a quinto componente. Los militares no han reaccionado ante el hecho de que procónsules y agentes cubanos intervengan y hasta dirijan los servicios de seguridad nacional: identificación, extranjería, registros, notarías, policías.
En resumen los militares no han cumplido con el deber que le ha impuesto la Constitución, justificando así su existencia. Entonces, para qué sirven?
Políticos profesionales armados que han desprestigiado la gorra
Sirven sólo para la política. Los militares son políticos armados, constituidos en partido del Presidente de la República. El que los militares se hayan metido a políticos y ocupen en masa los cargos civiles, demuestra que no sirven para militares. No son militares ni por vocación ni por dedicación. Evidentemente ingresaron a la fuerza armada sólo para hacer política con el ventajismo de las armas. Y como fue sólo para eso, no se profesionalizan ni se actualizan en tecnología militar. No son militares profesionales, sino políticos profesionales.
¿Y qué tal han sido como políticos? Tradicionalmente la gorra era sinónimo de orden y disciplina. Cuando las costumbres se relajaban y se perdía la autoridad, el pueblo pedía una gorra que pusiese orden. Esa imagen del gobernante militar se perdió, porque estos de ahora son lo contrario. Los delincuentes se han hecho dueños de la calle. Asesinatos, robos, asaltos, violaciones, ocurren a diario. Bandas armadas se han repartido las ciudades, actuando con impunidad. La policía se ha transformado en maffia. El secuestro se ha convertido en el negocio más lucrativo. Sicarios matan por encargo a cambio de una módica suma. Todos los días hay invasiones de viviendas y haciendas. Todos los días hay confiscaciones de empresas. Todos los días hay despojos y ocupaciones. Reina la zozobra, sobrecoge la angustia. El desorden impera en el país.
Sin duda estos militares políticos han desprestigiado la gorra.
Reivindicar la profesión militar
Los militares tienen ante sí una tarea inaplazable: reivindicar su institución y su profesión para justificar su existencia. Lo primero: desterrar la política, porque ésta es una actividad exclusivamente civil. Por ello la nueva democracia que proclamamos deberá comenzar por la eliminación de ese partido político armado que llaman Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), que se identifica con la consigna infame de “patria, socialismo o muerte”, que no es constitucional y ni siquiera venezolana. Es una copia servil que deshonra.
Y luego reconstituir la democrática Fuerza Armada Nacional (FAN), con militares constitucionalistas que hagan carrera militar y no política. Que sean cada vez mejores militares, capaces de competir en ciencia y tecnología con sus pares extranjeros para orgullo nacional.