Para comprender la actitud del Presidente de la República respecto la corrupción generalizada en el país hay que partir de esta premisa: Venezuela es un protectorado de Cuba donde se viene ejecutando por etapas el proceso de implantación del comunismo a la cubana, bajo la dirección suprema de Fidel Castro. El operador político encargado de su realización es su hijo Hugo Chávez, por ello apodado Hugo El Cubano.
Dado el primer paso con la asunción del poder por el hijo, Fidel ideó la toma de Venezuela para Cuba y su conversión al comunismo usando la corrupción. Chávez se encargó de la tarea. Primero se dedicó a corromper a los militares. Comenzó con el método sencillo de entregar a los jefes de guarnición, para su administración discrecional, grandes sumas de dinero en efectivo. Fue el Plan Bolívar 2000, que enriqueció al generalato. Luego procedió a poner militares activos en cargos civiles que le daban acceso a fondos públicos cuantiosos, sin control fiscal. A ellos se sumaron miles de militares retirados que están en donde hay dinero a montones. Esto explica su indiferencia ante la pérdida de la soberanía nacional. Que Chávez se someta a Fidel como un hijo a su padre, para vergüenza de los venezolanos, no les importa. Que Venezuela sostenga a Cuba en condición subalterna, no les importa. Que Chávez le dé cobijo en el territorio nacional a los guerrilleros colombianos y les suministre dinero y armas, no les importa. Que Chávez, por orden de Fidel, le regale el dinero del pueblo venezolano a sus mantenidos extranjeros, no les importa. Que los cubanos tengan agentes en el ejército, la policía, la salud, la educación, las notarías, los registros, y en fin todo lo que se mueva, no les importa. Que Chávez, imitando a Fidel, los ponga a gritar ridículamente: “patria, socialismo o muerte”, no les importa. Que Chávez viole la Constitución al acabar con la democracia e imponernos por la fuerza el comunismo a la cubana, no les importa. Nada que afecte la dignidad nacional les importa. Sólo hay una razón y todos la sabemos.
Probada la eficacia de la corrupción para eliminar cualquier resistencia a la invasión cubana y la implantación del comunismo, el hijo de Fidel pasó a la segunda etapa: convertir a PDVSA, no sólo en corrupta, sino en financista de la corrupción. Desde que tomó el control absoluto de ella, la ha convertido en una corriente impetuosa de aguas negras que ha salido de cauce ensuciando todo el país. Y yéndose más allá de las fronteras ha contaminado de corrupción a los demás miembros de la banda de los Castro (ALBA). Chávez ha internacionalizado la corrupción.
Ya con los reales de PDVSA en sus manos sin ningún control, el hijo de Fidel, por instrucciones de su padre, procedió a darle vía libre a la corrupción de sus funcionarios civiles. Para ello eliminó las licitaciones. Todos los contratos se otorgan a discreción. Las puertas del Tesoro Nacional han estado abiertas por el hijo de Fidel a todos los corruptos, a quienes de este modo ha autorizado al saqueo. La consigna: el que no robe es un pendejo. Su gente le ha entrado con buldozers levantándose toneladas de dinero. De allí han salido cargados todos los ladrones que integran la boliburguesía civil.
Hacia abajo se dejan caer las migajas del festín para comprar conciencia y votos. Es la democratización de la corrupción. Han corrompido al pueblo de distintas maneras. Inventaron las misiones, no como medida transitoria para atenuar la adversidad, sino como una fuente permanente de corrupción. Luego constituyeron las cooperativas a cuyos directivos chavistas les entregaron dinero a montones, que se robaron mientras explotaban a los trabajadores. Desprestigiadas las cooperativas, vienen ahora con los consejos comunales, desde luego sólo los constituidos por comunistas. Estos ya tienen afiladas las uñas para llevarse todo lo que esté a su alcance.
Corromper a los venezolanos ha sido el medio de que se ha valido Fidel, a través de su hijo Hugo, para vencer la resistencia al comunismo.
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