Tomo prestado el título de una obra de Mao para describir en pocas palabras las perspectivas políticas en estos momentos. Significa que una oposición anti-sistema que sirva de chispa puede propagarse rápidamente aprovechando la contradicción existente entre el régimen y la sociedad, que convertida en antagonismo sólo podrá resolverse mediante la rebelión del pueblo. Es precisamente lo que teme el régimen, por lo cual ha acentuado la represión contra los que pueden encarnar la oposición anti-sistema.
Convertir la contradicción en antagonismo
Las encuestas más favorables le atribuyen al Presidente de la República el 60% de popularidad. Al mismo tiempo, muestran que el 83% de los venezolanos está contra la implantación del comunismo imitando a Cuba, el 78% contra las violaciones a la propiedad privada y el 75% contra las expropiaciones de empresas y haciendas. Existe, por tanto, una contradicción radical entre la popularidad del Presidente de la República y el rechazo categórico de la mayoría (8 de cada 10) al proyecto político-económico que nos está imponiendo por la fuerza.
La contradicción se agrava por la censura a su gobierno: el 80% considera que la delincuencia ha empeorado, el 79% se siente afectado por la inflación, el 62% estima que la inflación es mayor que antes, el 64% piensa lo mismo respecto al narcotráfico y el 53% cree que el desempleo ha aumentado y sigue aumentando. Resulta evidente que no hay correspondencia entre la popularidad del jefe del gobierno y la impopularidad de su gobierno.
Hay, como se ve, una contradicción aguda e insostenible por más tiempo entre su popularidad y el rechazo a su proyecto, como también entre su popularidad y la desaprobación de su gobierno. Convertir la contradicción en antagonismo insalvable que mueva al pueblo contra el gobierno debe ser la tarea de la oposición. A conseguirlo en plazo breve debería estar dirigida su estrategia.
No lo puede hacer una oposición pro-sistema
La oposición, que llamamos pro-sistema, no asume el riesgo de enfrentar la realidad, de que no hay otra alternativa que transformar la contradicción entre el régimen y la sociedad en antagonismo cuyo desenlace sea la rebelión popular. Claro que por este camino todos quedarían expuestos a la persecución, la cárcel y el exilio. Es el sacrificio que se le exige al líder democrático en una dictadura comunista.
Inducida por los infiltrados la oposición pro-sistema ha optado por el camino menos riesgoso para sus dirigentes: ir ganando los espacios que le cede el régimen (gobernaciones, alcaldías y próximamente algunas diputaciones y concejalías), en un intento inútil de cohabitar con el Presidente de la República, lo que sólo es posible en una democracia. En el comunismo, aún en la etapa de construcción, es imposible la cohabitación entre gobierno y oposición. El comunismo exige sumisión y colaboracionismo. Allí está para demostrarlo el cerco al Alcalde Metropolitano de Caracas.
Esperábamos un viraje de los partidos en virtud de los últimos acontecimientos, que han convencido a más gente que no hay salida electoral. Pero en lugar de transformarse en oposición anti-sistema los partidos se han dejado arrastrar por los infiltrados para proclamar la unidad con la vista puesta en una ilusoria mayoría parlamentaria y en una todavía más ilusoria victoria en la elección presidencial. Se deduce que ésta es su verdadera intención, porque no precisan cuál es el objetivo de la unidad: cohabitar con el régimen haciéndose parte del sistema o romper para sustituirlo por una nueva democracia. Al no hacerlo menos pueden precisar la estrategia: seguir votando sin condiciones o preparar la rebelión popular que impida la conversión de Venezuela en otra Cuba, aprovechando todas las coyunturas para la movilización y la agitación.
Sólo podrá hacerlo una oposición anti-sistema
Es muy difícil que la chispa para incendiar la sabana se produzca por combustión espontánea. La chispa será la oposición anti-sistema cuando salga valientemente con la bandera de la nueva democracia.
sábado, 25 de julio de 2009
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